miércoles, 3 de diciembre de 2008

MARIA


...no me cabe la emoción en el cuerpo, chiquita...

sábado, 26 de enero de 2008

Llueve

Siempre que llueve siento terribles deseos de salir a la calle... sin paraguas, con zapatillas, y nada en la mano.
De jovencita pensaba que era una especie de regresión uterina, algo así como volver al ámbito húmedo del origen, donde nada pasa, donde todo te protege... y me lo permitía.
Ahora sólo de cuando en cuando recuerdo esa idea, como hoy, y me voy a la lluvia. A sentirme a salvo.

domingo, 6 de enero de 2008

CORTAR EL TIEMPO...

Hace ya un par de años, un amigo me acercó un texto de un poeta brasilero, que decía algo asi: “Quien tuvo la idea de cortar el tiempo en partes, a las que dio el nombre de año, fue un individuo genial. Industrializó la esperanza, haciéndola funcionar en el límite de su agotamiento. Doce meses son suficientes para que cualquier ser humano se canse y abandone. Aquí entra el milagro de la renovación y todo comienza otra vez, con otro número y otra voluntad de pensar que de aquí en adelante…todo será diferente…”. Era Carlos Drummond de Andrade, un poeta y periodista, solitario y tímido, fallecido en 1987.
Siempre da vueltas en mi cabeza esa idea cuando se acerca el final del año. Sin recordar exactamente de memoria sus dichos, tengo presente su idea. Y la tomo prestada porque se me hace necesaria. Más allá de los brindis, y los buenos deseos, siento que tengo que alimentar la tozuda esperanza de que algunas cosas van a ser diferentes a partir del 31 de diciembre… Repaso, enumero y me propongo hacer todo lo que no hice, retomar las cosas que dejé de hacer, valorar de una vez por todas lo que tengo, dejar de hacer lo que no me gusta…
Y cuando termino el repaso mental, generalmente, mientras compro sidras y elijo la garrapiñada antes de la Nochebuena, o dias más tarde, cuando ya el pan dulce que sobró de las fiestas ameniza la tardecita de mates, me doy cuenta que la realidad se escapa de mi voluntad, y tengo miedo que las cosas ya no cambien tanto…
Siento que más allá de proponerme todo un decálogo de novedades para el año nuevo, habrá cosas que no van a cambiar: mi hija adolescente seguirá encadenada a su computadora varias horas del día, mi tortuga no aprenderá a hablar, las noticias de la tele seguirán privilegiando la sección policiales y espectáculos en desmedro de las noticias netamente politicas… Imagino que va a seguir siendo inexplicable la muerte de esa nena de la foto de diciembre y lo que es peor imagino que habrá otras nenas aguardando el mismo destino, y será la misma la desidia de algunos funcionarios, las camisas de marca de algunos burócratas sindicales, el asombro ante la góndola del supermercado cuando los números de los precios se modifican y mi sueldo no, la sospecha en los discursos oficiales, las complicidades intuidas y las confirmadas…
Releo la frase del brasilero, que me cae simpático debo confesar, y advierto que la genialidad de la que habla es precisamente la de cortar el tiempo para “industrializar la esperanza”…
Y empiezo a pensar que aunque sepa que algunas cosas no cambiarán, debo apostar por el año que entra, con tozudez absoluta… Porque más allá de lo que no cambie, también puedo celebrar lo que permanece, y amparado en eso estará la esperanza, que dista de ser una resignada espera, para celebrar lo que hay y cambiar lo que se pueda…
La certeza es casi absoluta, algunas cosas no cambiarán: mi hija, a mi pesar y no tanto, va a crecer aún más este año, mi tortuga no romperá nada ni aumentará la velocidad de sus pasos, los noticieros de la tele van a seguir obligándome a leer las entrelineas y los subtextos más allá de las noticias policiales y de espectáculos. Encontraré, como siempre, algún programa de radio que me obligue a hacerme preguntas sola o en la sobremesa familiar, una revista de acá nomás que me cuente cosas, y un libro que alguna amiga descubrirá y será merecedor de ser leído comunitariamente.
Seguirá siendo la misma mi indignación por las muertes previsibles y no previstas, por la desidia funcional y la de los funcionarios, las camisas de los jerarcas y la discriminación solapada y encubierta en el discurso cotidiano. Seguirá siendo la misma mi imaginación y la de las colegas de cocina dibujando recetas económicas y reciclando sobras para que el sueldo siempre bajo se enfrente a los precios siempre altos…
El año nuevo se las trae: una amalgama de cosas viejas y nuevas que habrá que conjugar para no desfallecer…
Porque quien te dice que en la suma de todo eso, no encuentre la fuerza para sumar la indignación por las cosas que duelen, la convicción de lo que quiero, la celebración por lo que tengo, la certeza de lo que puedo, la imaginación para lo que falte, y consiga producir cantidades industriales de esperanza para dosificar en los próximos trescientos sesenta y cinco días…
Con esta idea rondándome me dispongo a cambiar el almanaque, el taco de la agenda, fijarme qué día de la semana cae este año mi cumpleaños, cuantos feriados largos tenemos, entrenarme en escribir en letra y número el año que llega, ver si es año bisiesto u ordinario, si mis vacaciones serán en verano o en invierno… y juro que lo hago con ganas.
Porque lo decía don Carlos: Fue un individuo genial el que pensó en cortar el tiempo en lonjas, en años. Más de doce meses no aguantamos sin reciclarnos los sueños y los pesares…