martes, 31 de julio de 2007

Teoria del des/amor II


En tiempos de secuelas de feminismos a ultranza y discusiones de género, fastidiada de mis propios enconos, un alegato medio abatido me viene hilvanando las molestias...
Y concluyo, cansada: “el hombre nos libera”, no sólo la píldora, el trabajo y el divorcio. Mejor dicho, la presencia de un hombre nos libera.
Nos libera de las incomodidades cotidianas de presentarnos como mujeres autónomas o autogestionadas, ergo, nos libera de la responsabilidad de asumir todas las responsabilidades.
Nos libera del abismo izquierdo-derecho de una cama de dos plazas que en las noches largas se convierten en el símbolo mismo del infierno, pero frío...
La presencia masculina, más o menos cercana, nos libera de la tentación de sostener discusiones con el gesto adusto, constreñido, para que nos tomen en serio, porque no portamos un hombre al lado que discuta por nosotras...
Nos liberan de tener que hacer como si nada, a la hora de medir el agua y el líquido de frenos y averiguar cómo se riega un árbol de levas antes de ir al mecánico...
Nos libera de las explicaciones de siempre a la vieja vecina de al lado, que pregunta por qué aún no nos casamos...
Libera de tener que aprender a hacer asados, descorchar los vinos, y elegir entre perfumes de sándalo o maderas para el próximo invierno...
Y si estos simples argumentos no alcanzaran, aunque no muy convencida, insisto en repetirme: la presencia de un hombre siempre nos libera de algo. Aunque sea, del hombre que lo precedió.

Teoria del des/amor I


Entre las múltiples teorías del desamor que invento, recurrente, para racionalizar lo visceral, creyendo que eso lo devalúa, ensayo –casi diría quincenalmente-, una nueva teoría que me sostenga: único fin del cuerpo teórico, que a falta de un cuerpo real y ajeno, algo me sostenga.
La observación fue tan simple como casi todas las cosas que maravillan desde la cocina: una canilla abierta, un vaso y el agua desbordándolo todo...
Obcecada y buscando en cada incidente/accidente la metáfora reveladora, acabé por concluir, porque ese era el tema que me develaba entonces –y antes, y ahora...- que el desamor también puede ser atribuible a un exceso de amor...
Un amor generoso contenido, queriendo ser, en un continente mezquino...
Y el amor rebasa, se derrama, se vuelca, se escurre, se pierde...y ya no es...
Las palabras que lo espejan? “amé mucho, amé de más, amé en exceso...”
Amé demasiado y terminé desamando...
Amé sin reciprocidad y terminé desamando...
Me amé solo un poco y terminé desamando.


sábado, 28 de julio de 2007

Vestida de letras

En una esquina, alguna vez, se juntaron mi cuerpo y la palabra..
Y desprevenida o caprichosa, para no andar desnuda, me vestí con ellas...
Cada mañana, voy echando mano a palabras oscuras o coloridas según vengan el día y los humores...
Arbitraria y desmedida, me cubro y me desnudo a cada rato de esas letras que me visten...
Voy buscando palabras en las tiendas y en los bancos de las plazas, me apropio de las que otros abandonan en las esquinas, presto y pido prestadas... A veces digna, a veces mendicante...
Las tiño con surtidas anilinas, las destiño, las plancho, las lavo, las estrujo, las seco, las desecho...
En días de lluvia se me adhieren a la piel y las encarno...en días de viento las sostengo con las manos contra el cuerpo para que no se vayan lejos...para que no me dejen los silencios más densos adheridos en el cuerpo.
Las palabras me cubren, me descubren, me velan, me desvelan, me develan, me rebelan...
A veces armadura de hierro inaccesible y otras blanco solero de algodón liviano...
Tengo, a la mano, según las necesite, palabras de calle, de cama o de tribuna...
Elijo, extrema, entre las más pudorosas que cubren íntimos territorios vulnerables y entre las que, como en generosos escotes, me ofrecen en impúdica seducción...
Con las palabras me visto, me protejo, me disfrazo, me oculto, me muestro...
Algunas, al desprenderlas de mi cuerpo y desvestirme, me alivian. Otras me dejan indefensa...
Accesorios que me adornan o hábito-uniforme que me vertebra...
Hay palabras cinturones que asfixian y me sacan el aire...
Palabras-abrigo para las noches destempladas y sus madrugadas mortecinas...
Palabras para fiestas y para funerales...
Palabras impermeables y palabras mortaja...
Palabras canciones y palabras murmullos...
Palabras a veces sin voz, y otras definitivamente con vos...
Y así voy, en tránsito, desnuda y vestida según pidan las ganas, sacándome la palabras del cuerpo con alivio, con vergüenza, suave, bruscamente, con las manos, con los dientes...
O vistiéndome, desesperada, para cubrirme a manotazos, el resto de pudores que me quedan...

miércoles, 25 de julio de 2007

Horóscopo


Se me hizo costumbre
después de un par de aciertos
y ya no reniego de sus sinos,
creo por fin en lo que leo
después de tanto creer sin estar viendo...

martes, 24 de julio de 2007

Estrategias

En vista a las elecciones de setiembre varios candidatos de la ciudad han justificado los resultados de las P.A.S.O. (primarias abiertas simultáneas obligatorias) en errores de la estrategia de comunicación.
Que el mensaje no fue claro, que las diferencias fueron oscuras, que la campaña fue gris.
Estrategias de comunicación o estrategias con comunicación?
La comunicación como un componente de la estrategia?
O una estrategia de comunicación?
Comienzan a advertirse en los medios locales los cambios de estilo de algunos candidatos. La vuelta a la desmesura para algunos, la crítica un tanto forzada, o la disposición que de tan conciliadora resulta incómoda para otros...
La campaña por las generales tiene gusto a plan B.
Duermevelas de estrategas esta noche en la ciudad.

lunes, 23 de julio de 2007

Cuando el dolor se me asienta
descaradamente en el cuerpo
las palabras propias no me alcanzan
y con voracidad me zambullo en viejos libros
que me prestan las palabras que me faltan...

domingo, 22 de julio de 2007

Todos los hijos, todos...

Padres por una noche segura...
Hijos en una noche insegura...
Hace un par de semanas la legítima preocupación de los distintos actores ha generado un espacio de discusión e intercambio para el cuidado de los hijos en la noche de la ciudad...
Ningún ejercicio más gratificante que poner en jaque las expresiones, que tensar las palabras, que forzar las entrelíneas....
Me pregunto por otros hijos y por otros padres...
Por esos padres que no saben/no pueden/no se animan a pedirle al Estado que se ocupe de su hijos...
Por esos hijos que no tienen/no sienten/no saben que tienen padres que pueden pedir por ellos...
Por esos hijos de los que padres y Estado se desentienden..
Por los hijos que hacen la noche insegura para otros hijos...
Por los padres que cuidan hijos propios y temen a hijos ajenos...
Me pregunto, sólo eso, y cruzo los dedos por algún olvido.

viernes, 20 de julio de 2007

miércoles, 18 de julio de 2007

Cardinal


Las convenciones del lenguaje deciden que el “Este” es sólo un punto cardinal. O quizás, variando acentuaciones, un adjetivo o un pronombre.
A veces, una accidente menor o una tragedia le da nuevo sentido a palabras viejas...
Y el “Este” puede adquirir nuevo sentido y convertirse, de repente, en la metáfora de ciertas soledades, o en la representación de los rumbos esquivos que se escapan...
También ocurre que a veces, de tanto en tanto, aparece una bienvenida complicidad que puede entender eso...
Como cuando ves las manchas de humedad en la pared o las nubes y a vos te parece ver trenes, caballos, barquitos... y nadie los puede ver con vos, o sí.
Me pasé estos días haciendo una compulsa preguntando dónde queda el este. Algunos sabían, otros acertaron, otros no tenían idea de su norte.
Igualmente, casi nadie entendió por qué de repente, había tomado importancia para mí saber si había cómplices dispuestos para ese juego...

martes, 17 de julio de 2007


Según Freud, la humanidad ha sufrido tres grandes heridas narcisistas como especie.
La primera fue al descubrir con Copérnico que la Tierra no era el centro del Universo, desvirtuando la creencia de ser el sol quien giraba a su alrededor.
La segunda herida la provocó Darwin al afirmar que el hombre estaba emparentado con los simios.
Y la tercera gran decepción, sobre la que Freud atrajo particularmente la atención, fue descubrir que en realidad, no somos dueños de nuestros actos y que el inconsciente, ese extraño desconocido, nos gobierna.
Parodiando estos tres dolores, y desde la idea singular, pero pretenciosamente absoluta de ser una mamá, idea voraz y totalizadora si las hay, podemos sentirnos tan grandes como toda una especie, y tan vulnerables como esta humanidad lastimada de Freud.
La vida de nuestros hijos, en cada gesto de autonomía puede lastimarnos. Sin embargo, portar luego esas cicatrices puede ser uno de nuestros réditos más saludables.
Heridas narcisistas de madres, más modestas en términos de especie, pero dolorosas y conmocionantes.
Hay un momento único en la vida de una mamá embarazada, en donde íntimamente tomamos estricto registro de ese cuerpo ajeno, de ese Otro que depende aún, pero que es una clara expectativa de ser autónomo dentro de nuestra panza. Un cuerpecito ajeno, para su aceptación o para su rechazo, pero Otro. Y la omnipotencia de nuestro ser madre acusa el primer golpe.
El tiempo seguirá entre pañales y sopas, y habrá un día, uno en particular, donde después de hilvanar de a poco letras y palabras, ese hijo nuestro habrá aprendido a hablar, o a leer, y será, más allá de la satisfacción y el orgullo, otra herida para esa madre con mayúsculas. Su palabra de madre ya no será absoluta, podrá ser cotejada con la palabra de otro, podrá ser cuestionada o enriquecida y el hijo tendrá autonomía para buscar otras palabras. El mundo empezará a abrirse para él, más allá de lo que su madre, hasta ayer omnisciente, diga.
Seguirá creciendo, más o menos dependiente o independiente, y la tercer herida nos aguardará agazapada: el relato del primer beso o el primer amor será suficiente para cuestionar lo absoluto y único del amor materno. Habrá otro amor, y nuestro hijo estará dispuesto para él...Y nosotras, madres querendonas si las hay, sentiremos dolidas y en silencio que ya no seremos omnipresentes en su vida...
Pero como de cada herida siempre se sale fortalecido, no hay dudas que, maltrechas y todo, ni tan omnipotentes, ni tan omniscientes ni tan omnipresentes, seguiremos siendo como mamás, las mejores...

lunes, 16 de julio de 2007

Celulares y mujeres...


Nuestra relación con la tecnología fuera del ámbito estrictamente laboral, ha tenido que ver -en mayor medida- con lo doméstico: microondas y freezer mediante, instrumentos puestos al servicio de la calidad de vida familiar...

Ahora, el teléfono celular no sólo forma parte de nuestros accesorios sino de nuestra estética y estilo personales, y nos ubica como individuos, reforzando singularidades de género y de las otras...

De tan celular, vital para muchas, tiene en sí mismo la realidad de la función y la carga del símbolo en su tenencia. Como en algunos amores, la relación de absoluta dependencia se advierte cuando habiéndolo tenido no se tiene. Caemos en la cuenta de la intimidad que nos resguarda y de las certezas que nos aporta.

Las llamadas recibidas evitan el filtro familiar o laboral y vienen directamente a nuestros oídos, perfectamente confirmables en todos sus aspectos: un mensaje no tiene intermediación que confunda; si la palabra quiso llegar estará dicha o escrita con el día y la hora de recepción que no deje lugar a dudas...

Nunca un accesorio habló tanto de nosotras como la portación impune -y nunca inmune- de un teléfono celular. Nos desvela si no funciona, y nos devela como mujeres en relación con los otros: esposas, madres, amantes, amigas, empleadas...

El celular cumple la fantasía maternal de cualquier mujer de estar disponible y al alcance de la mano en cualquier lado y momento. Somos omnipresentes con un celular en la cartera o la cintura. Pero también podemos intentar ser misteriosas en el mejor de los casos, o aparecer como definitivamente histéricas, con sólo apretar un botón y apagarlo. Podemos ser sutilmente -o no tanto- controladas en cada paso, pero tenemos la reserva de mentir detrás del aparatito que nos ampara cualquier tránsito clandestino o digno de protegerse.

A diferencia del teléfono fijo que tiene una fuerte carga familiar, es un teléfono individual, propio, y con esa impronta lo llevamos. Elemento erótico si los hay, acercando palabras de amor de madrugada, o estirando una conversación en el auto antes de entrar a casa para preparar la cena familiar...Nos revela cuando en grupo de mujeres, un viernes a la noche chequeamos que estén en condiciones para ser atendidos en caso de que llegue ese llamado inesperado.

Novedoso y adictivo, da cuenta de nosotras también en nuestra relación con él, protegiéndolo con fundas a la moda, zambulléndonos en la cartera a la hora de su primer berrido, poniéndolo sobre la mesa, imprudente y maleducadamente en una reunión o salida, casi como marcando: estoy acá pero no tanto, estoy allá pero no tanto...

Singularidad de mujer en definitiva, que remedando a Dios, quiere estar en todos lados...