Pienso y no me sorprende que toda una ciudad siga llamándote por el diminutivo de tu nombre...
Pienso y no me sorprende que la ciudad se enlute, cabizbaja, ante el sinsentido de tu muerte...
Pienso si necesitaste ayuda, si no pudiste pedirla, si no quisiste...
Pienso en qué baldosa, en qué bisagra, en qué segundo, pudimos haber ayudado a cambiar tu suerte...
y no me sorprendo, no lo sé...
(para Marito Bazán)
miércoles, 15 de septiembre de 2010
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