Escribir exorcisa mis fantasmas.
Por qué si era una certeza, un día lo olvidé?
Me distraje de todos los alertas.
Y un día volví, más liviana, más dispuesta, a enfrentar la hoja en blanco y mi deseo.
Y tomar el lápiz negro, de punta fina, dispuesto al garabato y la palabra.
Y lo primero que escribí, fue cien veces, mil, no debo volver a olvidarme de escribir.
Y la punta del lápiz se quebró. Y seguí escribiendo en el aire.
jueves, 24 de febrero de 2011
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