
Él me dijo: -A los seis, siete meses de encierro te empezás a “comer la reja”…
Es una sensación física: las paredes y la reja se te vienen encima y querés escapar, y no podés, y te ahogas…
La penumbra permanente con las lámparas mortecinas tampoco ayudan…
“en la sombra, hacete sombra, y si el tiempo transcurre lento, movete despacio”…
Así le dijeron los hombres presos viejos.
Era la mejor defensa, acompasarse a la realidad, no resistirse…
Ritualizar, demorar la mayor cantidad de tiempo posible aún en las tareas más pequeñas, para que el tiempo pase…
Hacerse invisible en medio de tanta hostilidad…
la sabiduría tiene caminos que uno no recorre habitualmente...