lunes, 16 de julio de 2007

Celulares y mujeres...


Nuestra relación con la tecnología fuera del ámbito estrictamente laboral, ha tenido que ver -en mayor medida- con lo doméstico: microondas y freezer mediante, instrumentos puestos al servicio de la calidad de vida familiar...

Ahora, el teléfono celular no sólo forma parte de nuestros accesorios sino de nuestra estética y estilo personales, y nos ubica como individuos, reforzando singularidades de género y de las otras...

De tan celular, vital para muchas, tiene en sí mismo la realidad de la función y la carga del símbolo en su tenencia. Como en algunos amores, la relación de absoluta dependencia se advierte cuando habiéndolo tenido no se tiene. Caemos en la cuenta de la intimidad que nos resguarda y de las certezas que nos aporta.

Las llamadas recibidas evitan el filtro familiar o laboral y vienen directamente a nuestros oídos, perfectamente confirmables en todos sus aspectos: un mensaje no tiene intermediación que confunda; si la palabra quiso llegar estará dicha o escrita con el día y la hora de recepción que no deje lugar a dudas...

Nunca un accesorio habló tanto de nosotras como la portación impune -y nunca inmune- de un teléfono celular. Nos desvela si no funciona, y nos devela como mujeres en relación con los otros: esposas, madres, amantes, amigas, empleadas...

El celular cumple la fantasía maternal de cualquier mujer de estar disponible y al alcance de la mano en cualquier lado y momento. Somos omnipresentes con un celular en la cartera o la cintura. Pero también podemos intentar ser misteriosas en el mejor de los casos, o aparecer como definitivamente histéricas, con sólo apretar un botón y apagarlo. Podemos ser sutilmente -o no tanto- controladas en cada paso, pero tenemos la reserva de mentir detrás del aparatito que nos ampara cualquier tránsito clandestino o digno de protegerse.

A diferencia del teléfono fijo que tiene una fuerte carga familiar, es un teléfono individual, propio, y con esa impronta lo llevamos. Elemento erótico si los hay, acercando palabras de amor de madrugada, o estirando una conversación en el auto antes de entrar a casa para preparar la cena familiar...Nos revela cuando en grupo de mujeres, un viernes a la noche chequeamos que estén en condiciones para ser atendidos en caso de que llegue ese llamado inesperado.

Novedoso y adictivo, da cuenta de nosotras también en nuestra relación con él, protegiéndolo con fundas a la moda, zambulléndonos en la cartera a la hora de su primer berrido, poniéndolo sobre la mesa, imprudente y maleducadamente en una reunión o salida, casi como marcando: estoy acá pero no tanto, estoy allá pero no tanto...

Singularidad de mujer en definitiva, que remedando a Dios, quiere estar en todos lados...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Negra: te faltó aclarar que el celular puesto por una mujer en el bosillo del hombre, pasa a ser una poderosa herramienta incentivadora de la histeria controladora de tanta fémina que anda por ahí.
Viernes por la noche, cinco minutos después de que el "quía" sale con cara de "que linda noche para comer un asado", lo empieza a llamar para preguntarle: primero si se llevó un pulóver, después si cuando vuelve no puede pasar por la farmacia para comprarle tampones y por último para recordarle que no llegue tarde porque mañana madruga. Todo esto en dos horas.
No hay que olvidar que un oido entrenado como el del mejor galgo cazaliebre, sirve para escuchar los ruidos de fondo y tener una idea cercana donde esta, en ese momento, el hombre que pretende tener controlado por el resto de la vida (la de él).
La otra negra

Miriam dijo...

buenísimo!!!! era la mitad del relato que faltaba!!!
la concesión histérica que no me animé a hacer!!!
gracias por el aporte.
Cosa de negras